Es fundamental reconocer la existencia de estructuras opresivas como el sexismo, el racismo, la transfobia, el capacitismo y el heterosexismo, entre otros, y hacer un esfuerzo concertado para frenar su influencia en nuestras prácticas escolares. Si nuestros enfoques del trabajo y las intervenciones sobre la diversidad no consideran todos los factores interconectados, corremos el riesgo de fracasar y crear una jerarquía de necesidades, en la que se prioricen las necesidades de unas personas sobre las de otras.
Desarrollar políticas y prácticas con un enfoque interseccional, requiere tener en cuenta simultáneamente los múltiples marcadores de identidad de cada estudiante. Centrarse en uno solo a la vez impide comprender que se enfrentan a la discriminación en múltiples niveles. Por ejemplo, un alumno o alumna con TDAH puede tener también otro marcador de identidad (como ser de origen inmigrante o tener bajos recursos económicos) que lo margine aún más.
Es importante señalar que no es la categoría en sí lo que causa la marginación, sino las implicaciones sociales que se construyen en torno a ella. El estigma social se promulga y se vincula a estas categorías, y como resultado se produce la discriminación y la exclusión.
Volviendo al caso de nuestro alumno o alumna: podríamos poner en marcha un programa dirigido a proporcionar apoyo académico al alumnado con TDAH, que incluyera medidas dirigidas a abordar el estigma al que se enfrentan debido a la etiqueta TDAH. Pero si ignoramos las variaciones intracategoriales, es decir, si tratamos a quienes tienen TDAH como similares e intentamos darles a todos el mismo apoyo, nuestros esfuerzos están condenados al fracaso. En nuestra hipótesis, por ejemplo, también puede tener dificultades con el idioma. Por lo tanto, el programa de apoyo destinado a ayudarle a gestionar el TDAH puede no ser útil en absoluto. Simultáneamente, supongamos que existe un programa independiente para ayudar al alumnado a adquirir la lengua vehicular. ¿A cual de los dos programas debe acudir? Si le enviamos a ambos, ¿requerirá esto un compromiso adicional fuera del horario escolar?
Supongamos que enviamos a nuestro hipotético estudiante a ambos programas. Ello podría suponer una carga adicional de horarios para sus familias, que quizás ya tienen muchas dificultades para compaginar las responsabilidades parentales y laborales, y que no pueden permitirse faltar al trabajo debido a su precaria situación económica. Si a esto añadimos el estigma social al que se enfrentará nuestro alumno debido a los diversos marcadores de identidad mencionados anteriormente (TDAH, pobreza, origen inmigrante), el alumno y su familia se verán abocados a una experiencia académica poco ideal. Docentes y profesionales del sistema escolar necesitan tener presente que las escuelas no existen en el vacío. Existen en un contexto cultural e histórico que influye en su funcionamiento diario.
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